Novedades | 12 de junio de 2017

El flamenco no es competir, es compartir

El flamenco no es competir, es compartir

Puro hasta cuando levanta un brazo, hasta cuando camina o hace el compás con pies y manos ante el objetivo del fotógrafo. Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, no entiende de esquemas preconcebidos, de la producción en serie que a veces provoca la coreografía mal entendida, ni de épocas y modas. Farruquito hace lo que siente, dice, pero siempre sin perder de vista lo que aprendió de sus mayores. Respeto, pide, a los que nombran como flamenco lo que no lo es. Alas, da, a los que se someten al dictado de los demás. Y no es contradictorio.

-¿Con qué se ha encontrado en este curso en Cádiz?

-Me he encontrado con niños y niñas, con gente joven, con gente que llevan años pero que necesitan salir de los esquemas, de las cosas tan cuadriculadas, y gente mayor que bailan por hobby y a los que les puedo dar cuatro consejitos para ayudarles a pasarlo mejor. A eso he venido, a compartir un poquito lo que yo he aprendido de los que saben de verdad de esto, que son los mayores. Y lo comparto siempre viendo el baile como una filosofía, como una manera de interpretación y de expresión de lo que tú eres, y no como una serie de movimientos esquematizados que lo único que provocan es que nos parezcamos entre nosotros bailando, y no hay cosa más bonita en el flamenco que la personalidad.

-¿Qué le aporta a usted la enseñanza?

-Aprendo mucho, sobre todo, porque dando clases aprendí a explicar lo que hacía en el escenario. Antes bailaba y no sabía cómo explicar esas cosas, porque quizás no las sabía ni yo... Pero con el tiempo, viendo cómo reacciona la gente a tus enseñanzas, pues te das cuenta de que tienes que simplificar muchísimo sin que se pierda la esencia. Es un aprendizaje constante.

-¿Cuál es el mejor consejo profesional que le han dado?

-El más bonito que me dieron fue que disfrutase siempre el baile y que fuese honesto y respetuoso. Bailar siempre puedes bailar en un cuarto cuando nadie te ve, pero hacerlo ante un público merece un respeto y, por lo tanto, para estar más o menos a la altura, hace falta mucha dedicación y, sobre todo, ser muy humilde para darse cuenta que no se trata de una exhibición. El flamenco no es competir, es compartir. En el flamenco existe un bailaor como Enrique El Cojo, y la gente puede decir, ¿cómo una persona que era coja pudo ser un maestro y enseñar a tanta gente? Y es que el flamenco te permite que haya un cojo, un bajito, un gordo y un feo que tengan una belleza increíble bailando porque no estamos hablando de una estética exterior sino de una estética interior, de una verdad, de un disfrute, incluso, de un ritual, pero de dentro para afuera, no de afuera para adentro. Así es como yo veo el flamenco y como me lo han inculcado mis mayores.

-Su mejor maestro.

-Mi abuelo Farruco, por supuesto, y mi padre, Juan El Moreno. Mi padre era un cantaor excepcional pero que nunca lució porque siempre cantó para bailar. Pero era un cantaor con una capacidad muy grande para sacarse partido con una voz no virtuosa, pero sí muy flamenca, y él siempre me decía cosas como las que te acabo de contar, que el flamenco tenía que ser primero una vocación, que no era sólo una profesión y, mucho menos, como hoy se utiliza, un medio para llamar la atención y sacarse unos dinerillos pese a lo que sea y a costa del propio flamenco.

-¿Eso ocurre?

-Ocurre... Da la sensación que hay mucha gente que se dedica a esto y que verdaderamente no ama este arte, y eso a veces te desmotiva un poco, pero hay que seguir mirando a los que todavían aman esto que son de los que aprendemos cada día.

-Por ese mismo amor y respeto al flamenco y al que le tenía a su padre, ¿le costó montar 'Baile Moreno'?

-Sí porque Baile Moreno quizás sea el espectáculo más rebuscado que yo tengo. Rebuscado en mis adentros, me refiero. En Baile Moreno he intentado contar una parte de mí que nadie sabía, que es la parte que siempre he mostrado en mi casa y no en el escenario. La parte en la que soy de mi familia, de mis amigos, de mis niños, de mi mujer... De ser gitano. Un gitano que organiza una comida y reúne a la familia sin tener que ser un cumpleaños. Un gitano al que le gustan los caballos, el campo, la naturaleza. Un gitano al que le gusta el cante más que el baile... Y eso la gente no lo sabe. La gente me encasilla más en la parte materna, que es el baile, las luces y la fama, y yo no soy así, yo soy más como mi padre, y la familia lo sabe. Nosotros somos cuatro hermanos, Farru y Carpeta son más parecidos en la forma de ser a mi madre, y Alegría, que es la única niña, y yo somos más parecidos a mi padre, nos gusta la tranquilidad, somos más discretos... Y eso es lo que he querido mostrar en Baile Moreno, las cosas sencillas y básicas, cómo mi padre me enseñó a ver la grandeza en las cosas pequeñas y el perderle el temor a las equivocaciones artísticas, el de hacer algo que no le vaya a gustar a la gente. Mi padre decía, no pasa nada si lo haces con respeto y de corazón, aunque luego tú mismo te pongas el vídeo y digas esto no vale nada, cuando te tranquilices dirás te ha servido para saber qué no tengo que hacer.

-¿Mentalidad de buen deportista?

-Mentalidad del arte marcial, te diría, porque siempre hay una filosofía detrás de cada cosa que haces, porque el flamenco tiene un sentido mucho más espiritual, mucho más místico. No, no lo compararía con un deporte. No sé, al fin y al cabo, el flamenco es un lenguaje

-¿Le ha pesado alguna vez ser Farruco?

-Siempre. El maestro dejó el listón muy alto y aunque no tuviese el reconocimiento que creemos que se merecía los que sabemos la dimensión de artista que era, los flamencos sabemos quién era Farruco. Su capacidad de salir al escenario y emocionar.

-Y ser usted el referente, ¿también ha sido una responsabilidad?

-No, yo nunca he bailado pensando en que soy un referente porque si piensas en eso dejas de aprender. Pensar en eso sería una presión que no te dejaría volar , que es lo que a mí me gusta. Volar con todas sus consecuencias. Volar y a veces darme contra el suelo, volar y perder el equilibrio, volar y, a veces, soñar por encima de mis posibilidades... Pero si pienso en ser un referente voy a ir a lo fácil, a lo seguro y a hacer lo que ya sé hacer, para que la gente vea que sé hacer las cosas. Y yo no quiero eso. Quiero pasármelo bien, que la gente se lo pase bien conmigo, emocionarme y que la gente se emocione conmigo. Fuera de lo que se espera de mí.

-Además de bailar, escribe letras y guioniza los espectáculos, ¿disfruta con esa parte?

-Muchísimo. Es que no me considero sólo un bailaor, yo soy un amante de la música en general. Empecé a escribir mis letras porque me gusta tantísimo el cante que me aficioné desde pequeño. Con 9 o 10 años ya había escuchado todo lo que me había puesto mi padre, y te digo que tenía una colección increíble, desde los más conocidos como Tomás Pavón, La Niña de los Peines, Camarón, Chocolate, Mairena, Fernanda y Bernarda..., hasta los más desconocidos como los fandangueros como Carbonerillo o la Tía Anica La Piriñaca... Y él me los puso en cintas y me aficioné tanto que llegó un momento que empecé a sentir la necesidad de decir mis propias cosas con otras letras y otras músicas para así poderme inspirar a la hora de sacar un paso, un marcaje o una coreografía. Y empecé como un juego y con 15 años que presenté el espectáculo Raíces flamencas pues ya todas las letras y gran parte de la música mías. No valía ná (ríe) pero era el principio de algo.

-¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha dado el reconocimiento?

-Lo mejor, la motivación para seguir trabajando; lo peor, la presión que tienes cuando sales al escenario, que no es la misma cuando tienes reconocimiento a cuando estás en un momento de búsqueda. La presión, a veces, te hace dudar antes de salir a escena y te dan ganas de irte para tu casa y acostarte. Esa es la realidad. Si te digo que no me pongo nervioso antes de bailar porque lo tengo todo muy claro, te estaría mintiendo. De hecho, parece que cada vez me pongo más nervioso y creo que es por la toma de conciencia de la inmensidad de las cosas.

-El 12 de agosto lo veremos en San Fernando, que vivirá el verano con el 25 aniversario de la muerte de Camarón muy presente. No sé si la cita para usted es especial...

-Siempre. La tierra, Camarón, la gente... Y parece ser que cuando tantos artistas se unen, como se van a unir en esas fechas, con una energía tan bonita y lo que todos admiramos a Camarón, un genio tan grande, pues siempre hay algo añadido a la disposición que uno tiene siempre... Yo me acuerdo, perfectamente, el primer contacto que tuve con Camarón, que tenía yo unos 7 u 8 años, que me cantó en la Feria de Abril, y yo no sabía ni quién me había cantado y cuando le pregunté a mi madre que quién era y me lo dijo, lo busqué y ya no estaba. Fue como un espejismo... Ya después grabé un videoclip, al año de irse él, que se llamaba Camarón Nuestro...

-Vamos a seguir en agosto. El día 15 cumplirá 35 años. Evidentemente no es el mismo que cuando debutó en Broadway con 5 años, ni el de la película 'Flamenco' de Saura, ni el de los 15 con 'Raíces flamencas', ni, supongo, que tampoco es el mismo que hace diez años... ¿Quién es ahora? ¿Qué quiere?

-Ni el mismo de hace dos días... Siempre en tránsito, la vida misma, siempre cambiando... Y ahora, pues yo qué se... Si te digo la verdad, yo antes quería llegar a muchos sitios pero desde que tengo niños sólo quiero llegar a mi casa.

-Cambia la vida.

-Es lo más bonito que te puede pasar, estar al lado de personitas que no saben pero sienten y que te enseñan tantas cosas. De los niños estoy aprendiendo yo más que en toda mi vida.

-¿Le gustaría que ellos siguieran el camino familiar?

-A mí me gustaría que fuesen felices y ya está. Y, sobre todo, que lo que hagan lo compartan con los demás. Yo no me hice bailaor porque lo fuera mi abuelo. Yo me enamoré del baile, y el día que no sienta amor por el baile, como le tengo respeto, lo dejaré. Como con una pareja, el día que ya no la quieras, respétala y díselo, pero no finjas y vivas una mentira.

-Bueno, un Farruco no deja el baile así como así.

 

-El escenario, me refiero. Porque es verdad que el baile es un trozo de mí, de lo que soy. Al escenario sí que le tengo respeto y cada vez hay más gente aficionada y que sabe lo que está viendo y no se puede salir al escenario de cualquier manera y sin amar lo que haces.

-En los Premios Max de este año tanto Rocío Molina como Manuel Liñán han conseguido galardones. En los últimos años, ¿está mirando el mundo de la danza de otra manera al flamenco?

-Yo creo que va por modas y por épocas. Si el reconocimiento en España se lo dan a las personas que tienen otros estilos, que a veces son estilos aflamencados y que a veces son mezcla con otras disciplinas, y si reconocer esos estilos es admitir que hemos avanzado, sí, pero si el hecho de reconocer que otras danzas tienen influencias flamencas o viceversa quiere decir mira qué moderno soy porque sí, pues no estoy de acuerdo. Todo parte del conocimiento. Si tú tienes conocimientos de las cosas entonces me encanta que a la hora de escribir una crítica o dar un premio pongas en el pensamiento de los demás algo que no ha visto nadie, de otra forma, no nos ayuda ni a los artistas ni al público. A los artistas nos confunde porque nos hace creernos más interesantes que nadie, y al público le confundes porque no lo estás iniciando en el flamenco y luego cuando ven bailar a un bailaor puro, con una guitarra y con un cante pues lo menosprecia. ¿El bailaor que no haya estudiado contemporáneo es menos? ¿El que no haya hecho clásico es menos? Entonces el clásico que no haya estudiado flamenco también lo es. O, por ejemplo, yo no he escuchado en otro género musical un concepto asimilable al flamenquito. Yo no he escuchado en mi vida, "oye vamos a acercarnos ahí al teatro que vamos a escuchar un clasiquito", vamos, eso jamás. Así que por lo visto todos los festeros que han hecho historia en el flamenco no nos han enseñado nada, no son importantes. No sé... Dicen que hay una fusión y yo lo que veo es una gran confusión. El flamenco hay que leerlo desde la primera página, igual que tú no puedes enterarte del flamenco viéndome bailar a mí porque estás leyendo una de sus últimas páginas. Así que mucha salud para todo el mundo, que todos se puedan ganar la vida, pero hay que tener un poquito de respeto y llamar a cada cosa por su nombre.

-¿Y en qué proyectos anda ahora? 

-Pues varios. Primero acabo de firmar con Cami Music e IMG, que son dos empresas americanas con las que nos hemos asociados para hacer proyectos como abrir una escuela en Nueva York donde den clases los Farrucos todo el año, buscar un director para hacer una película que yo estoy escribiendo sobre la vida de mi abuelo Farruco y, bueno también acabo de abrir un estudio en mi casa donde estoy produciendo a gente como, por ejemplo, Encarna Anillo con Las Puertas de Gades, que se ha grabado allí y le he hecho algunos temas. Y, bueno, estoy montando nuevo espectáculo para América que tengo ya allí gira . Por T. García

LEER MÁS

Buenos Aires Flamenco® agradece a: Diario de Cádiz