Novedades | 18 de marzo de 2016

El flamenco se cuela en el hospital

El percusionista Nacho Arimany reivindica el poder terapéutico del compás flamenco y pone a taconear y dar palmas a pacientes de Psiquiatría del mayor hospital de Brooklyn

La última vez que Nacho Arimany vino a Nueva York fue para tocar en el Carnegie Hall, el templo de la música de esta ciudad.Es un percusionista de trayectoria amplia, acostumbrado a acompañar a grandes del flamenco, el jazz y otras músicas en escenarios de primer nivel. "Pero esta es la plaza más difícil en la que he toreado", reconocía esta semana en el Kings County, el mayor hospital deBrooklyn. Era un mediodía de cielo gris y charcos negros, y el escenario, una sala en las antípodas de la suntuosidad del teatro fundado por el industrial Andrew Carnegie: paredes desnudas, suelo de linóleo, luz artificial.

Alrededor de sus cajas, panderetas y tambores de agua, una treintena de sillas metálicas dispuestas en forma de círculo. Poco a poco las ocuparon un grupo heterogéneo: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, algunos con ilusión en los ojos, otros ensimismados, muchos distraídos. Con ellos, algunos médicos de la unidad de Psiquiatría del hospital. Arimany no iba a ofrecer un concierto, sino una sesión terapéutica a pacientes del centro médico, organizada dentro de laprogramación del Flamenco Festival de Nueva York, que se cierra el próximo domingo.

Desde hace años, el percusionista español ha compaginado su actividad artística con el desarrollo de terapias musicales. En 2014, presentó en la Rockefeller University de Nueva York su colaboración con InTime, un proyecto discográfico mano a mano con neurocientíficos para mejorar las funciones cerebrales a través del ritmo y la música. Trabaja regularmente con niños con autismo y con adultos con estrés, pero nunca había aplicado su «método Arimany» en el entorno de un centro hospitalario, rodeado de pacientes.

Tangos y bulerías

Poco a poco, Arimany les condujo a seguir el ritmo con las palmas de sus manos, con zapateados sencillos, golpeando las manos contra el pecho hasta usar su propia voz como parte del compás. Empezó con ritmos sencillos, como los tangos, pero acabaron incluso con otros más complejos, por bulerías. "¡Os van a tener que contratar el año que viene para el festival de flamenco!", celebró el músico entre las risas de los pacientes.

"El sonido viaja a través de los huesos e impacta en el sistema vestibular, en el oído interno", explicaba Arimany al acabar la sesión. "Las palmas agudas, los zapateados, son frecuencias sonoras que generan en el cerebro atención y anclaje, ayudan a la concentración".

"Sin duda», respondía Carlos Rodríguez-Pérez, director del departamento de Recuperación y Bienestar de la unidad de Psiquiatría del hospital, a la pregunta de si la terapia musical es beneficiosa para los pacientes. "Para enfermos con problemas de adicción, ayuda a regular el sistema nervioso. En cuadros de desorden psicótico, mejora la habilidad para relacionarse con otros y su concentración, y proporciona satisfacción por tener la capacidad de crear".

"Me siento calmado y sin ira», decía Kevin, en tratamiento por adicción."Me ha dado paz y me ha conectado con el resto de la gente», agregaba Wayne, que vivió toda la sesión con la sonrisa pegada a su cara y prefería no decir por qué recibe tratamiento.

"La clave es llegarles al corazón y el ritmo es corazón", explicaba Arimany llevándose la mano a esa parte del cuerpo. Sus pacientes por un día vivieron en persona el sentido más amplio de la letrilla que cantó Niña Pastori al comienzo de su carrera: ‘Mira si tú eres flamenco/que al compás por bulerías/ gitano, te late el pecho’. Por: Javier Ansorena correponsal en New York

 

Buenos Aires Flamenco ® agradece a: ABC 


Fuente: ABC