Novedades | 01 de noviembre de 2015

Si volviera a nacer, volvería a dedicarme al flamenco

Considerada uno de los máximos exponentes en activo de su generación, se ha labrado una carrera caracterizada por el constante aprendizaje.

Somos trabajadores del cante, le dijo una vez Chano Lobato. A Carmen de la Jara, uno de los estandartes del cante de nuestra tierra, uno de los pocos estandartes femeninos en activo y en estado de gracia de su generación, no se le olvidan estas palabras. 

-Defina a Carmen de la Jara 

-Ante todo, madre, hija, abuela, esposa y, también, cantaora y flamenca. 

-¿Siempre supo que lo suyo era el cante? 

-Pues sí. Desde muy chiquitita canturreaba ya las canciones de la época, tú sabes, por Marisol, por Rocío Dúrcal, por Marifé. Ya con tres añitos me ponía yo a cantar esas cosas, con palillos y todo, que mi madre me tuvo que comprar unos siendo yo muy chiquita. 

-Y a su madre no le hacía mucha gracia eso de que usted tomara la carrera de artista... 

-(Ríe) No le hacía gracia, la verdad es que no. Pero yo lo tenía muy claro. Fíjate que cuando tenía unos 8 años me hice con mis amigas unos trajes de volantes con papel de seda, los cosimos y todo a espaldas de mi madre. 

-Pero al final tuvo que tragar... 

-El caso es que mi madre cantaba saetas y, bueno, nosotros somos familia de los Ávila, mi madre es sobrina de Antonio Ávila, el guitarrista, y prima de El Niño Alegría. Así que en mi casa siempre ha gustado el cante, y se ha escuchado y se han hecho fiestas... Pero claro, los temores de antes. De todas formas, cuando yo salí cantando de chica saetas no le disgustó eso. 

-¿Cómo comenzó con las saetas? 

-Eso en el colegio. Tenía yo unos 6 años y una niña le dijo a Sor María, del colegio de la Palma, al que yo iba, que yo las cantaba muy bien. De ahí me metieron en el coro, luego con el maestro Mera... 

-¿Y el salto de mayor? 

-Pues realmente fue gracioso porque fue por una especie de porfía o ultimatum con mi marido (ríe mirando a Manuel que nos acompaña en la entrevista). Él entonces cargaba muchos pasos, también para que entrara algún dinerillo en casa más, porque antes te pagaban por cargar. Entonces pues como este hombre salía de un paso y se iba para otro pues me dije yo también voy a hacer algo en Semana Santa y me presenté al Concurso de Saetas de Radio Cádiz, al de Pepe Benítez. Se creía él (su marido) que yo no era capaz y ahí que me planté. Sería el año 78 o 79... 

-¿Y cómo quedó la cosa? 

-Mira, a mí me temblaban las piernas hasta el punto que creía que me iba a caer de los zapatos. Date cuenta que yo no me había puesto delante de un micrófono nunca. Total, me citaron a las siete y a las seis estaba yo allí. Hicieron el sorteo entre los concursantes para ver el orden y me tocó el 6, la última, y cantar la última en un concurso pues es un buen puesto. Pero era tan inexperta y estaba tan nerviosa que pregunté quién tenía el 1 porque de los nervios prefería cantar antes. El Pirulo de Vejer me cambió el número... Y no me llevé nada, bueno sí, que rompí el hielo con el micro. 

-Bueno, pronto llegaron los premios, ¿no? 

-Al año siguiente hicieron las tres peñas flamencas el I Concurso de Saetas en la Calle y me llevé un accésit. ¡Qué alegría cuando vi el dinerito! (ríe) La verdad es que la saeta fue mi puerta al flamenco. Luego ya empecé a meterme con los cantes. La primera vez que gané un premio de flamenco fue en la Tacita que me llevé el segundo por alegrías, y al siguiente año que me presenté me llevé el primer premio por alegrías de Cádiz compitiendo con Mariana, con Juan Silva, con El Niño de Santa María... Gente muy buena. Y tengo una foto de ese concurso que me encanta que me está entregando el premio Chano Lobato. Bueno, y al año siguiente, se llevó Mariana el premio y yo me llevé el del cante libre. También luego me llevé en Paterna el primero de cante libre... La verdad que cogí carrerilla en aquella época y me llevé muchos premios...Ahora, del que más orgullosa estoy es el del primer premio de Saetas en Jerez, que canté en la calle Larga compitiendo con gente como El Guapo y El Zambo. Sería en el 90 o 91. Luego de ahí salieron unos discos preciosos donde están todos los cantaores de Jerez El Mono, El Agujetas, Manuel Moneo... y yo. 

-Sus compañeros cantaores la temerían si la veían en un concurso... 

-Sí, bromeaban con eso, "ojú, Carmen, si te presentas tú...", decían, y algunos, también en plan broma, me decían que me daban los premios por guapa... Fíjate tú... 

-¿Sería capaz de darme un promedio de concursos a los que se presentó? 

-Claro, 21 en un año. Es que lo de los concursos venía bien para que entrara dinero en casa. Yo era una ama de casa, como ya te he contado, yo cantaba mis saetas y eso, y, bueno los concursos era una manera de que entrara algo más de dinero en la casa. 

-¿Se ganaba dinero entonces? 

-Hubo una época en la que sí. Yo te puedo decir que llegué a ganar en una semana un millón de pesetas. 

-¿Quiénes eran los habituales entonces de los concursos? 

-Pues en mi época, fíjate, estaban El Niño de Santa María, El Niño del Mentidero, Joaquín Alegría, Juan Silva, José Millán... Aunque muchos de ellos tenían ya más trayectoria que no, yo era la chica de todos ellos... 

-"¿Te acuerdas de lo de Sanlúcar, Carmen?", introduce su marido 

-Cuente, cuente... 

-Pues nada que me llevé el segundo premio en Bajo de Guía y cuando terminamos vino un hombre, que resultó que era el presidente de la Casa Andalucía en Bruselas y me ofreció unas actuaciones allí... Y no veas la que les entró a todos los de Cádiz que estaban en el Concurso, ¡qué gracia! Así que nada, cuatro días que me pasé allí, la primera vez que salía de Cádiz. 

-¿El cante se estudia? 

-Pues claro, ¿quién nace sabiendo? Tú ponte un pianista, puede ser alguien dotado para la música pero si no estudia la obra de Wagner pues no tocará a Wagner. Es así, y con el flamenco igual. Yo siempre lo he tenido muy claro. Mira, yo soy una persona que antes de meterme en todo eso de los concursos que hemos hablado me cogí una antología de flamenco y empecé, pim, pim, pim, a aprender cómo se hacía tal cosa, cómo se hacía la otra. La Antología aquella de cantes de Cádiz que hizo Hispavox. Luego, también aprendí escuchando a todos los cantaores buenos de Cádiz. Joaquín Alegría, por ejemplo, cantaba por Manolo Vargas como había que hacerlo, la mejor fuente para aprender sus cantes era él; después, la malagueña de Juan Silva; después, la alegría de Felipe Scapachini... Y así. Luego también lo hice con las canciones de Falla y con El amor brujo, y con algunas de Lorca... Yo es que también soy muy curiosa y me gusta mucho ponerme a escuchar cantes y a aprender cosas nuevas. Ahora en el Festival de Música Española vamos a hacer las canciones de Falla, pero adaptadas a la guitarra flamenca, para ilustrar un estudio de un investigador que ha hecho sobre Falla y el flamenco. El día 18 de noviembre es. 

-De sus discos, ¿de cuál se siente más orgullosa? 

-Pues en el que me veo más plena es en el de tangos argentinos, Gardel & Piazzolla Inmortales; también me siento muy orgullosa de Arco del Pay Pay que me lo hicieron Quiñones, El Barrio y Diego Magallanes. Y, bueno, también, por la repercusión y por lo que significa ese trabajo, Tesoros del cante antiguo gaditano, donde con la ayuda de Antonio Barberán recopilamos 24 cantes y es un disco que se utiliza para el estudio, para quien quiera saber cómo es tal cante, pues ahí está. Se llevó el Premio Nacional al Mejor Disco Flamenco de la Cátedra y Barberán el premio en La Unión por ese trabajo. 

-¿Y quién le dio la primera oportunidad discográfica? 

-Izquierdo Producciones, en 1984, para su serie de discos flamencos. Digo, me llamó Rafael y fíjate que en ese disco, que está descatalogado, me tocaba una granaína al piano Manolo Carrasco, que tendría unos 16 años, me hacían las palmas y coros las cuatro hermanas Torres, María Jesús, Ani y Luisa la de Enrique y las guitarras de Manolo de Ceuta y Agustín de Pinto. 

-Mentaba antes a Mariana, toda una vida también de amistad 

-Pues sí, nos conocimos en esa época de concursos y después hemos llevado la carrera en paralelo y de ahí salió una gran amistad, qué gracia tenía Mariana. Recuerdo una vez en Francia, en Saint-Malo, que se hermanó con Cádiz y fuimos a cantar allí un cuadro de flamencos de Cádiz y Jerez. En la habitación a Mariana la metieron con las niñas jovencitas y se me planta por la noche en el cuarto que me pusieron a mí con mi marido, con los rulos en la cabeza, un camisón blanco hasta los pies y sus dos maletas, llorando, que no podía dormir en el otro cuarto... Teníamos mucha confianza, ha dejado un hueco muy grande... 

-¿Cuál es el mayor obstáculo actualmente para una persona que se quiera dedicar al flamenco? 

-Que no hay contratos y tampoco muchos concursos. Pero, de todas formas, el principal es que no se contrata y que ahora, bueno y antes también, los pocos contratos públicos que hay se dan a los que son de la cuerda política del que esté gobernando. Eso ha pasado toda la vida porque yo lo he visto aunque no voy a decir nombres. 

-¿Qué es lo que más se echa de menos en el flamenco? 

-Poetas, faltan poetas en el flamenco. Gente que hable de las cosas de este tiempo en los compases de antes, manteniendo los cantes pero cambiando las letras. Gente que se dedique a eso hay pocos. 

-¿Qué es lo mejor que le ha dado el flamenco y lo menos bueno? 

-Es que no te diría nada malo que me haya dado, bueno, un mal rato hace unos años en los Jueves Flamencos porque me quedé afónica, venía de Polonia de dar unos cursos bastante regular y me pasó lo peor que le puede pasar a un cantaor. Pero ya está. Lo demás, viajes, aprendizaje, amigos, muchas satifacciones, reconocimiento... Vamos, que si volviera a nacer, volvería a dedicarme al flamenco. Por Tamara García.

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Fuente: Diario de Cádiz