Novedades | 16 de diciembre de 2010

Dorantes en Argentina,"El flamenco es como plastilina"

Pasaron exactamente doce años desde que el joven pianista David Peña Dorantes asombraba al mundo flamenco con un disco, Orobroy, que lograba lo que parecía imposible: que los aficionados y los críticos no extrañaran el sonido de la guitarra flamenca y que el piano sonara con temperamento gitano, compás y "pellizco".

"Al principio me veían raro pero hoy no", se divierte Dorantes en charla telefónica con La Nacion, y recuerda cómo lo miraban de reojo los flamencólogos, que finalmente se rindieron ante el arte de este muchacho que provenía de una familia de linaje flamenco: El Lebrijano, Fernanda, Bernarda de Utrera y Pedro Peña.

"En mi familia son todos flamencos, todos son artistas y creo que eso es importante porque aprendés a conocer el lenguaje y ahí está la clave. No es una cuestión de raza pero si escuchas al flamenco de pequeño, te desenvuelves mejor en ese idioma", cuenta Dorantes, sobre su gen flamenco que convive con un espíritu audaz y contemporáneo, y que presentará mañana en el teatro ND/Ateneo junto a su trío y la bailaora Manuela Ríos.

El estilo original del pianista, su capacidad de improvisación y expresividad flamenca lo llevaron a escenarios como el Womad, el Festival de Jazz de Montreal y el Albert Hall de Londres, y a tocar con artistas del jazz, el mundo clásico y grandes del flamenco. La lista de colaboraciones es interminable, desde Liza Minelli, pasando por Chucho Valdez y Jack de Johnette, hasta Enrique Morente y El Cigala. "Ante todo soy flamenco pero para mí es muy importante la convivencia con otros artistas y otras disciplinas. Además, es muy fácil porque resulta que el flamenco es como plastilina, es muy flexible y tiene un espíritu de mezcla de distintas culturas", opina este artista que se consagró definitivamente en la Bienal de Sevilla 2003, y también lleva adelante un trabajo componiendo sinfonías flamencas para la Orquesta de Moscú, la Orquesta Nacional de Tokio y La Orquesta Radio Sofía.

Una infancia gitana

Dorantes emanó de un hogar donde la música lo impregnaba todo. A los diez años tocaba la guitarra y había ganado varios concursos. Todo formaba parte de algo natural en su vida: "Cuando yo nací mi abuela era cantaora, mi tío era el Lebrijano y el 80 por ciento de mi familia eran artistas. El flamenco lo he vivido en las fiestas, en los brazos de mi madre, estando medio adormilado se me iba metiendo. Y eso es importante. Todo lo que escuchas y todo ese ambiente de las fiestas, o el ver bailar a tu madre, son imágenes y recuerdo que se meten dentro y vas creando un lenguaje. El flamenco se va metiendo dentro tuyo".

Su estilo no surgió de un día para el otro. Comenzó tocando la guitarra y llegó a ganar algunos premios hasta que descubrió el piano. Dorantes necesitó ponerle mucho trabajo y experimentación. "De chico tocaba la guitarra, pero a mí me gustaba el piano y fue allí donde me tuve que inventar un estilo para llevar el flamenco a este instrumento. Estudié en el conservatorio, pero en el flamenco soy totalmente autodidacta", comenta el compositor, arreglador e intérprete andaluz.

Dorantes encontró en el camino de la investigación, el cruce con sonidos de otras geografías y el pulso gitano, un flamenco contemporáneo, capaz de dialogar en distintos territorios sin perder su aire, su raíz. "En el flamenco hay mucha improvisación y eso facilita mucho el trabajo de intercambio con otras músicas. Los músicos de flamenco en la mayoría de los casos no saben escribir o leer, y si bien hay nuevas generaciones como la mía que estudiamos armonía, la mayoría toca desde la intuición más pura. Eso permite que la improvisación sea algo natural", dice Dorantes, que siguió demostrando en los notables Sur (2004) y Sin m uros (2010), una sintonía con la sabiduría ancestral y la influencia de otras músicas como el jazz y la clásica.

Cultivado en cuna flamenca, Dorantes cumple con todos los mandamientos de un buen artista gitano y repite: "El flamenco es una filosofía de vida y tiene su escala de valores, es una cultura bonita, profunda, insondable".

También dice: "El duende es algo común en el flamenco y también en la música del mundo. Todo arte tiene su duende que es cuando sentís el pellizco, ese momento de emoción que te pega en el corazón y te duele, o te pone a pensar y a caminar. Eso existe en todas las culturas y sobre todo en el flamenco. Ese olé que se le dice, es el duende".

Dorantes vive en el pequeño pueblito de Jarafe, cercano a Sevilla. Mantiene las costumbres de sus ancestros. Por las tardes mira el paisaje de olivos frente a su ventana. Las fiestas con música y baile son una costumbre cotidiana. "El flamenco es un arte que pasa de generación en generación. Tengo dos hijos, uno de 7 y uno de 4, que ya cantan y tocan bien el piano. La saga flamenca continúa".

Por: Gabriel Plaza

Fuente: lanacion.com.ar