Cartelera | Internacional | 03 de mayo de 2011

Feria de Abril de Sevilla 2011

Feria de Abril de Sevilla 2011

Antes de que cante la calandria y le responda el ruiseñor, antes de que encañen los trigos y estén los campos en flor, Sevilla anda ajetreada ultimando los preparativos para su anual cita con la Feria Abril. Así sucede desde aquel lejano 1846, cuando a Narcis Bonaplata y José María de Ybarra, sin más bagaje que una ilusión, se les permitió poner en marcha lo que hoy es la expresión máxima del esplendor popular español: la Feria Sevilla.
Este año, la Feria Abril 2011 asistirá puntual a la ya tradicional Prueba del Alumbrao que verá la Portada anunciadora. Y comenzará el desfile por las casetas, todas ellas con sus lonas listadas en rojo y blanco o verde y blanco, revestidas de encajes y mantones. Espectáculo multicolor empapado de olores a fritura: pescaíto, calamares, pijotas, boquerones, chanquetes... Guisos y calderetas, revueltos y montaditos... Jamoncito, langostinos de Sanlúcar, gambas de Huelva... Todo ello bien empapado con un rebujito, el siempre presente fino o la tonificante manzanilla. Al despedir el día, ya de madrugada, quienes apuran la Feria de Abril emplean uno de los últimos alientos en degustar un caldito de puchero con una ramita de hierbabuena que disuelve los excesos de la jornada de la Feria.
Espectacular resulta en la Feria la Exhibición de Enganches: carruajes y calesitas tiradas por nobles caballos enjaezados con borlas, campanillas y cascabeles. Las damas se dejan ver no ya con aquellas cómodas batas de faena con sus dos o tres volantes que realzaban el cuerpo, sino con traje de flamenca, ceñido o suelto, ligero escote, pelo recogido, complementado con flores, collares, pendientes y mantones. A veces, con manga larga si las marismas están inquietas; y con manga corta si abril es presuroso. Por su parte, los caballeros lucen su traje de corto, sombrero de ala ancha, sin adornos, zahones ni espuelas. La Feria tiene sus estrictas normas, y todos deben cumplirlas.
La Calle del Infierno queda convertida en un inmenso y luminoso Parque de Atracciones. Norias y tiovivos, rifas y juguetes, frutos y dulces, bodegones y tabernillas, escoltan el paseo de niños y mayores ofreciéndoles el entretenimiento hecho sencillez.
Por doquier, al cielo de Sevilla se elevan los sones del taconeo y de las castañuelas, de la guitarra y del cante que, en forma de sevillanas amorosas o rocieras, corraleras o entregadas, dibujan el sentimiento hecho danza y baile dignificando aún más la Feria Abril.
Durante la Feria, a las seis y media de la tarde, la Real Maestranza de Caballería acuna la expectación de la corrida encetada por la banda de música con el pasodoble Plaza de la Maestranza. La Puerta del Príncipe desea ser abierta para colmar todas las miradas. Una nube, hecha de unos cuantos olés provocados por algún natural desmayado y de muchos silencios que añoran la esencia del toreo, cubre el más excelso tribunal taurino y va a fundirse con el Guadalquivir, murmulleante testigo de Sevilla y su Feria de Abril.
Y así hasta el último día, cuando un castillo de fuegos artificiales confirme que quien no ha estado en la Feria de Sevilla lamentará la ocasión perdida. Pero para quien se ha agotado aprovechando hasta el último suspiro Sevilla en abril, descubrirá el descanso en el lecho de lo inolvidable.

Fuente: spainforyou.es